De entre todas las colecciones destaca el Panchatantra. Es la colección más antigua de fábulas de la literatura sánscrita. Data probablemente del siglo IV a. C. y está basada en colecciones anteriores de cuentos populares. Las fábulas, principalmente de animales, están organizadas en cinco libros, y tratan de temas como la amistad, la pérdida de la propiedad y la guerra. Su propósito original era instruir a un príncipe joven sobre cómo obtener el éxito en la tierra. El texto sánscrito original se ha perdido, pero del Panchatantra se hicieron muchas redacciones y refundiciones, además de traducciones a otras lenguas. El rey Alfonso X mandó traducir al castellano una versión árabe que, con el título de Calila y Dimna, se extendió por Europa.
Entre estas fábulas aparece "La olla rota" que es un eslabón más de lo que conocemos como "El cuento de la lechera".
La
olla rota
En
cierto lugar vivía un brahmán llamado Svabhakripana, que tenía una
olla llena de arroz que le habían dado de limosna y que le había
sobrado de la comida. Colgó esta olla de un clavo de la pared, puso
su cama debajo y pasó la noche mirándola sin quitarle la vista de
encima, pensando así:
-Esta
olla está completamente llena de harina de arroz. Si sobreviene
ahora una época de hambre podré sacarle cien monedas de plata. Con
las monedas compraré un par de cabras. Como éstas crían cada seis
meses, reuniré un rebaño. Después, con las cabras compraré vacas.
Cuando las vacas hayan parido, venderé las terneras. Con las vacas
compraré búfalas. Con las búfalas, yeguas. Cuando las yeguas hayan
parido, tendré muchos caballos. Con la venta de éstos reuniré gran
cantidad de oro. Por el oro me darán una casa con cuatro salas.
Entonces vendrá a mi casa un brahmán y me dará en matrimonio a su
hija hermosa y bien dotada. Ella dará a luz un hijo. Al hijo lo
llamaré Somasarmán. Cuando tenga edad para saltar sobre mis
rodillas, cogeré un libro, me iré a la caballeriza y me pondré a
estudiar. Entonces me verá Somasarmán y deseoso de mecerse sobre
mis rodillas, dejará el regazo de su madre y vendrá hacia mí
acercándose a los caballos. Yo, enfadado, gritaré a la Brahmana:
¡Coge al niño! ¡Coge al niño! Pero ella, ocupada en las faenas,
no oirá mis palabras. Yo me levantaré entonces y le daré un
puntapié.
Tan
embargado estaba en estos pensamientos, que dio un puntapié y rompió
la olla, y él quedó todo blanco con la harina de arroz que había
adentro y que le cayó encima.
Por
eso digo yo: El que hace sobre el porvenir proyectos irrealizables,
se queda blanco como el padre de Somasarmán.

-¡Eh,
caverna! -Dicho esto, añadió de nuevo-: ¿ignoras que tienes un
pacto conmigo, según el cual yo te he de hablar al venir de fuera y
tú me has de responder? Si no me respondes, pues, me voy a otra
gruta.
El
león al oír esto pensó: «Sin duda que caverna invita a éste
siempre que viene y hoy se calla por temor a mí. Pues se ha dicho
esto:
Cuando
el miedo oprime el corazón, quedan sin poder obrar las manos, los
pies, la lengua y demás; el temblor es el único que domina.
«
Voy, pues, a llamarle yo para que entre y me sirva de comida».
Habiéndolo pensado así, le llamó. El rugido del león llenó todo
el ámbito de la caverna, retumbando en ella cien veces; de tal modo,
que puso en fuga hasta las bestias que estaban lejos. El chacal huyó
enseguida a todo correr y recitó esta zloka:
Quien
procede con cautela vive feliz, y no vive el que obra sin
discernimiento. Yo me he hecho viejo viviendo en el bosque, y nunca
he oído que una cueva hable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario